miércoles, 1 de diciembre de 2010

Encima de ti el cielo

Te veo a través de la ventana corriendo bajo la lluvia. Las velas dentro de casa no dejan lugar a dudas: tu corazón tiene frío y por eso el mío lo busca. Finalmente abres la puerta, pero al entrar titubeas —la calidez del recinto asusta a tu alma yerta.

Tomo tu mano y te guío al lugar que sabes espera.

La camisa pegada a tu pecho mi universo representa; acaricio los botones antes de quitarte las prendas, mas temes hacer lo mismo con las cintas que me enredan.

Tus sentidos
conocen la ruta al espacio que sin voz te llama:
innecesaria resulta la brújula aunque la oscuridad reina en la cama.

Tus manos
tienen estrellas que iluminan y apacientan
cuando corren por mis muslos dejando sobre mi piel su estela.

Tu boca
tibia miel derrama, colmando la mía que no clama;
mi voz se disuelve en gemidos que bebes de mi garganta.

Tu olfato
mi contorno contiene y me dibujas con cada respiro,
inhalas la esencia de mi alma, exhalas un aliento que es mío.

Tus ojos
miden nuestro horizonte que a dos cuerpos se reduce
mas cuando estamos unidos nuestro horizonte al infinito conduce.

Tus oídos
mi latido perciben marcando el compás del abrazo
hasta lograr vaciar tu presencia convertida en indeleble trazo.

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