lunes, 30 de agosto de 2010

Así tú

Escuchas al sol sonreír mientras se pone y cambia de color, pues la hora que trae la noche le hace un poco de cosquillas. Proyecta sombras violetas que la tierra no ha de olvidar: cada figura inquieta eternidades ha de vagar. Ahora comienza a sentir cómo lo invade el sopor, pero antes de irse a  dormir hace derroche de colores y pinta maravillas.
Entonces llega la luna  a eterno rito completar:
                                                                 desde que tiene memoria ha sido su forma de amar.
Amantes que se persiguen y sólo con luz se han de tocar —la luna sólo se muestra cuando el sol la puede dibujar.

Casi tú

Representación imaginaria del daño latente que tu devaluada certeza ante la vida no puede desvanecer; y aunque pudiera, la memoria profana de frágil complexión no sería lo suficientemente oscura para ocultar el gemido que captura cada rastro desviando hacia ella.
Ahora la estrategia se vuelve evidente,
                                                       y aunque la consideras insuficiente no importa tu parecer.
Cuántos sonidos diera por completar la composición de expresión tan simple que sanara tu estructura lastimada por fugaz centella.
                                                         ¿Por qué guardar silencio si tengo suficiente en reserva? Basta trenzar el sonido bicolor para hacer surgir la vacuidad que ha ocupado tu frente.

martes, 24 de agosto de 2010

Acaso tú

Has caminado desnudo con los pies mojados sobre rocas desérticas. Tu rastro me guía al dolor de no haberte encontrado —te hundiste antes de que te tocara. Quizá temías ahogarte en ciudades despojadas de arena por aparentar pulcritud que no se contagia al alma.
El desierto de noche es tu origen, me confesabas anoche temblando: fue cuando percibí el olor a frío que en tu piel iba aumentando. No era frío de desierto nocturno, sino de soledad arraigada: necesitabas romper el cristal de nuestro reloj antes de que se vaciara.

lunes, 23 de agosto de 2010

Despacio tú

Te veo sumergir las manos en torrentes de luz líquida
mientras esperas capturar posibilidades menos dolorosas
que la imposibilidad de bailar como hojas al viento.
Instante en que percibes mi presencia:
alzas la idea cubierta por mil cabellos plateados
e igual número de mensajes
susurrados al ombligo del único rinoceronte
que fue tu amigo.
Admirabas su fuerza,
capaz de derribar los más sólidos equinoccios
sin perturbar a los dioses que hace tiempo te observan
y reúnen valor para atreverse a preguntar
por qué sumerges las manos en torrentes de luz líquida
—te contraría su silencio.

Y tú

No trates de elevarla mientras corres cuesta arriba —hilos enredándose en los tallos de flores que observan impasibles la herida que profundiza más en tu alma con cada intento fallido.
(Nadie te dijo que hay terrenos más propicios,
nadie habló de declives en conspiración contra tu anhelo;
nadie supuso que soñarías con elevar una cometa atada a tu corazón…)
Navegación aérea de consecuencias fatales:
                                                                     horizonte multiplicado por el nombre del viento, semillas regadas más allá de la voz del trueno, turbulencia no presenciada desde el origen del universo.
(Nadie supuso que lograrías elevar una cometa atada a tu corazón.)

domingo, 22 de agosto de 2010

Mas tú

Si decido navegarte desafiando la furiosa tempestad reflejada en tu respiración, hay algo que no debo olvidar: la curvatura de tu horizonte requiere una perspectiva de ojos cerrados.

                                   Gélida bruma se extiende cubriendo violentas mareas en diálogo con la luna llena, enfriando ciega deriva que al final me hará encallar en la orilla de esa isla lejana que nunca has querido explorar.

                                  Entonces podré llamarte sin temer a tu soledad, inmensa y frágil noción que te ayuda a continuar —que cual viejo polizonte posee su respectiva carga de deseos negados.

                          Gracias a eso comprendes la importancia de tareas sin sentido que valen la pena: encontrar esa ínsula viva, donde también he de hallar olvidada fuente que mana palabras que quieres ahogar.

viernes, 20 de agosto de 2010

Sino tú

Recuerda lo que sientes en los momentos de mariposa:
minutos golpean las paredes y su eco te incomoda.
No puedes hacer nada, la gente ya no se nota;
cada quien sigue su rumbo con paradas que no importan.
                                                Egoísmo es como lo llaman,
soledad será la consecuencia.
Decides tomar tu turno y continuar la partida, sonriendo porque al final sabes que nadie lleva la cuenta.

Pues tú

No sabré qué decir cuando tu tibio aliento cuestione mi incapacidad para percibir tu suave caricia en forma de espuma.
                 Trataré de hacerte entender que mi sol sale y se pone al ritmo del deseo de retener nuestra historia que a diario se esfuma.
                                               Pero no podré contar nada que tu sentimiento perdone, pues necesario sería atrapar palabras más ligeras que una pluma.
                                                                  En mis manos quedará el color de la desnudez que tu alma impone, y mis labios guardarán el sabor del ámbar que tu lengua exuda.

Con tal que tú

¿Sabes a dónde vas?
Todo lleva a suponer que sí:
llegas y te sientas sin siquiera saludar.

El bulto sobre tus rodillas hace que me pregunte
qué lugar buscas con ansia
o qué lugar pretendes dejar.

Miras tu reloj, nervioso; parecieras querer volar
—tal vez alguien te espera
y sabes que no valdrá de nada todo este viaje
si se cansa de esperar.
Entonces aborda un hombre,
pero no para viajar: se para justo a tu lado
—no necesita llamar.

Lo miras y te levantas:
noto tus manos temblar; sin decir nada se alejan
(no es fácil escapar). 

sábado, 14 de agosto de 2010

Aunque tú

Siempre en el fondo la soledad
—cantas sin percibirlo al ritmo de historias sin importancia;
a menos que el latir de su corazón se convierta en voz que también canta,
logres cortar  su respiración haciéndole percibir el filo de las palabras,
reaccione su piel al contacto con tu materia pronunciada.

Sólo entonces sabrás que no estás solo:
su soledad te acompaña.

Si bien tú

Tus dedos lentos palpaban tibias gotas de cera;
acariciabas oraciones que esperabas pronunciar.

La flama creaba metáforas,
buscaba sustituir con imágenes inverosímiles
tu extinto deseo de seguir.                  

Tus ojos incineraban atentos la vida entera,
exploraban tentaciones que nadie quería aceptar.               

Imaginabas sentir estáticas ideas sus alas batir:
mariposas nocturnas sin límites reían antes de morir.

Todo giraba alrededor de esa vela encendida
como única fuente de luz durante una tormenta indebida.

viernes, 13 de agosto de 2010

Tal como tú

Si esto es todo, mejor nunca haber comenzado:
te miro y siento el alma vibrar como pez por anzuelo traspasado.

De cada tremor veo surgir una nota,
con cada espasmo modelo la sombra de tu sabor,
               trato de describir lo imperceptible
        excepto para quien se complace en mi dolor.                                       

Criatura simbionte de mi alma, te necesito para viva continuar
—ambos sabemos que sólo a través de ella es posible el mundo descifrar.

jueves, 12 de agosto de 2010

Tan tú

Rumores de perfección
                                     llegan hasta los cimientos de tus columnas
en medio de una desafiante guerra digital
                                          mientras violentas inocua esperanza (que al final yace sangrante).

Plasma de escándalos,
obsesiones taurinas
que hablan del submundo como un espectáculo
de esculturas inaccesibles.

Música de frustración callada traspone los cerros
desatando náuseas malditas, restos de inseguridades solitarias,
perversas,
                inconfesables.

(Si le tomas el pulso a tu espíritu
en esos momentos de apacibilidad violeta
toda tragedia humana termina
al darte cuenta que el más complejo drama
encierra sencilla comedia.)

martes, 10 de agosto de 2010

Así que tú

Despierta y dime que el soplo de tu ligera presencia nunca terminará,
que cual pluma libre de peso borrará inquietudes que nunca debieron tocar  profundidades donde yace
                      indefensa mi versión de la realidad.

                                                            Háblame con cada gota de lluvia que golpea contra mi ventana en las tardes de verano, sin debilitar las manecillas que sujetan el corazón.
                                                                                                                  Demuéstrame que el torrente de tu anhelo es suficiente para desbordar con un roce el ansia suave que no ha querido danzar, por temor a deslizarse al sin-fondo de la oquedad.
                                                                                                          Hazme olvidar el tiempo que no marca nada, con agujas que a diario giran alrededor de un eje establecido sin convicción.
                 
                                               Susurra al oído del viento palabras que no he de escuchar hasta que el viento regrese de largo peregrinar, y las deposite en el fondo de mi frágil seguridad.
                                                                                                                           Recuérdame que la vida es dulce savia: no importa si el mañana parece un punto lejano despojado de maravillas que causen alguna emoción.

                                                       Convénceme:
                                                                           el final será ejemplo de inoportuna mascarada interpretada por los que miran cómo la existencia se teje sin sentir satisfacción.

Sé que nunca querrás hacerlo, pues ello implicaría abandonar el estado que consideras perfecto —inútil genio en gestación.

Para que tú

Sabes cómo es la vida —sabes que te has perdido
cuando no encuentras la luz que debería señalar el camino.
Hay viento que te lleva consigo, pero no quieres ir:
supones que el viento al final llega a lugares de donde no puedes salir.

Pero, ¿quién te lo ha dicho?
Al viento he acompañado,
y aunque ha enfriado mi piel muchas cosas me ha enseñado.

¿Sabes que hay un punto  en que el mar no tiene fondo?
Los peces nunca regresan, pero no llegan tampoco
                                                                           al límite de su universo;
solamente descienden
(pero eso les importa poco).

¿Sabes que el cielo nos puede mirar sin ojos?
Al igual que sonríe sin boca cuando descubre que estamos locos
–nuestra locura le pinta enormes cuadros al óleo.

¿Sabes que la tierra no es redonda?
Lo descubrí hace poco:
no tiene figura fija pues no tiene masa tampoco;
su forma es un invento de quienes creen saberlo todo.

¿Sabes cómo es la vida?
En realidad sabes tan poco.

A fin de que tú

Te escucho y no creo que tengas algo mío
aunque me digas que los libros del tiempo
has descubierto. En alguna página que no recuerdas
(hasta tu memoria me traiciona)
calculaste mi lengua y mediste tu espejo
—tengo ojos para verte pero no eres visible
pues el libro apenas has hojeado.
Detente en el índice, ubica el fragmento:
necesito que me leas antes de que el agua borre lo escrito
(el diluvio se acerca y arrastrará toda línea no rescatada).
Si encuentras tu origen sigue el paso
de personajes ficticios, pues de mí han nacido;
su saliva me cubre
y quiero que la tuya colme mi ombligo.

Eres mi principal personaje, ¿no te lo habían dicho?:
mientras me lees te concibo.

La esperanza no he perdido
pues eres todo aquel que no sea yo,
amigo, amante, desconocido…
segunda persona.