sábado, 14 de agosto de 2010

Aunque tú

Siempre en el fondo la soledad
—cantas sin percibirlo al ritmo de historias sin importancia;
a menos que el latir de su corazón se convierta en voz que también canta,
logres cortar  su respiración haciéndole percibir el filo de las palabras,
reaccione su piel al contacto con tu materia pronunciada.

Sólo entonces sabrás que no estás solo:
su soledad te acompaña.

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