I
Que el mundo no sea mío, que al final no me recuerdes
que sepas que nada es cierto,
que vueles aún si hay nieve.
Que siempre crezcan las flores – que giren soles en tus
paredes;
que no las moleste el frío:
que el
frío se vuelva verde. Verde cuando te
hayas ido,
verde cuando quieras verme.
Que pueda ocultarme en tus manos,
que puedas morderme y no tiembles
cuando decidas partir a casa (y partas, tal vez para
siempre).
Cuando sientas y no pienses, cuando duermas, cuando sueñes
que yo no te tenga cerca,
que
no pueda siquiera olerte,
que no
quiera pensar tu nombre,
que no intente sin ti tenerte.
II
Deseo que el cielo se encienda
deseo que se encienda la muerte:
muerte
que mate al tiempo,
tiempo que mida mi suerte.
Deseas que haya ilusiones – que el viento no se las lleve
a donde puedas perderlas
y recordar quién te
miente.
Que no te mienta el espacio... que no sea yo quien te miente.
III
Quiero que quieras, ¿quieres?
Que no
se nos canse el mundo,
que no se canse si llueve.
Que llueva desde tus venas, que llueva sobre mi vientre.
Que tu aliento humedezca mi alma, que mi sed calme y te
encuentre
erguido por última vez
bajo la
tormenta que arremete.
Quieres que quiera, ¿ausente?
Que ausente sienta
tu pulso,
tu pulso: horizonte inerte, excepto bajo la tormenta
que desde tu centro se vierte.
IV
Espero que creas que vienes
sobre
mi luz a mecerte.
Espero que no veas la sombra
que sobre nosotros se cierne.
Esperas te entregue todo – todo sale de mi mente;
no temas tocar el fondo,
no temas que ahí te encuentre.
Esperan que no te envuelva,
esperan que
mi piel se quiebre.
Esperemos se equivoquen;
que te abrace aún más fuerte.
Que el abrazo nos vuelva uno,
uno que el universo disuelve.
V
Ojalá salgamos de noche:
que la
luna nos observe
que sepa que hay una historia
que sepa que hay una historia
que
no terminará al volverte.
Ojalá despierte contigo,
que
por última vez te espere
mientras tú cruzas el río,
mientras tú cruzas el río,
mientras
yo empiezo a dolerte.