domingo, 22 de mayo de 2011

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Leía porque me lo pedías,
porque considerabas que algún día
leyendo entendería lo que la vida tiene para contarme.
Hadas, princesas, duendes;
todos desfilaban en las noches
cuando abrías el libro y me pedías descifrar
los secretos que las letras pueden guardar.
Entonces no entendía del todo, ¿qué era tan relevante?
Quizá las hileras de letras que desfilaban
querían decir algo más de lo que yo podía preguntarles.
Seguía tu dedo al leer;
si tartamudeaba no era frustrante,
regresabas al principio de la palabra
y no dejabas de alentarme.
Creo que he comprendido:
las voces de otros son lo importante,
tienen cosas que decir
y aunque el tiempo se lleve la carne
el pensamiento permanece en libros que parecen desafiarle.
Leía porque me lo pedías,
ahora leo porque me enseñaste que no todo se puede saber
pero el saber es lo único que vale.

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