martes, 24 de agosto de 2010

Acaso tú

Has caminado desnudo con los pies mojados sobre rocas desérticas. Tu rastro me guía al dolor de no haberte encontrado —te hundiste antes de que te tocara. Quizá temías ahogarte en ciudades despojadas de arena por aparentar pulcritud que no se contagia al alma.
El desierto de noche es tu origen, me confesabas anoche temblando: fue cuando percibí el olor a frío que en tu piel iba aumentando. No era frío de desierto nocturno, sino de soledad arraigada: necesitabas romper el cristal de nuestro reloj antes de que se vaciara.

No hay comentarios:

Publicar un comentario