viernes, 4 de febrero de 2011

Con tu cerebro

¿Cómo te llamas? —pregunto  nuevamente.
Quizá has olvidado la palabra que te asignaron desde que estabas en el vientre. Me dices que eso no importa, que tu nombre te divierte: nunca has considerado que te defina realmente.

                                                                            Pero un nombre no define, tan sólo identifica; es cadena de letras sin las que tu ser aún sería. Existe un plano donde no tenemos nombres, donde las clasificaciones no importan, donde se abre nuestra mente, donde mi mirada te llama aun si permanezco silente.
                                                                    Todavía no sé tu nombre, y ya te he nombrado; aun antes de tocarte a ti me he entregado: tu nombre son tus ojos, tu nombre son tus manos, tu nombre es la historia que ahora comenzamos.

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