domingo, 6 de febrero de 2011

A ti

Sopla las hojas que te escuchan en la noche azul que nos rodea sin los lazos de sonrisas que nos unen porque somos el mismo que aún no llega.
Leve cual pluma que se entrega te veo recorrer la calle y aunque sepa que más tarde volverás, se eriza la piel que percibe la soledad de un momento.
Leve cual pluma, porque no sabes que mi peso te llevas sin dejar en mis pies nada que me detenga –peso quiero que te vuelvas, peso que me ayude a echar raíces; los vientos se tornan fuertes y sabes que aún no quiero irme.
Ahora me doy cuenta, mi peso no te llevas: te sigue. Espera que reveles por qué pesa
–mi materia defines con cada pensamiento que nacer intenta.
Quiero que escuches, quiero que me digas, ¿quieres?, que no hay miedo a causa de las mentiras: las mentiras no existen –son fantasmas de ideas que no debieron concebirse.
Hace tiempo no dormimos: es que la vida… parece que se acaba cuando más florece; tiene maneras de hacer evidente que  bajo nuestros pies nunca llueve.
¿Cuánto pesa un minuto?
Mi oreja te pertenece: mi oreja señal de mi oído, que nunca parece verte.
(Pesa sesenta segundos).
¿Y cuánto pesa mi cuerpo cuando se encuentra contigo? Estés fuera o estés dentro, la gravedad es testigo de que mi peso has escondido –quizá sea que lo has usado para dar peso al sueño que no dormimos.
Pesados se ponen tus párpados, aunque tus ojos sean míos. Quieres que duerma la luna, pues cansada está de ser testigo...
Testigo de noches en que llenas tu espacio dentro del mío. El límite no es la tierra, el límite ha surgido de la nada más ligera que subyace nuestros caminos.
Leve cual pluma te encuentro posado en mi ombligo; con un soplo te elevaría a las alturas de lo etéreo, pero quiero que permanezcas conmigo. Dame tu peso dormido, entra en mi ser y dale sentido a instantes que se acumulan formando noches en vilo. 

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